Yo no sé porqué era, si porque el sol brillaba más entonces
o es que las nubes tenían otra textura.
No sé, pero los atardeceres eran más rosados que ahora.
Puede que sea que no había asfaltos que lo opacaran
o quizás era porque el sol se reflejaba más fuerte
en las cabecitas doradas de nuestras hijas
corriendo por las calles de tierra en La Paloma.
Lo cierto es que cuando cierro los ojos
o cuando los abro, como hoy, al amanecer
transito por sus cuerpitos sudoros bañados en un polvo juguetón
con risas tintineando como chapitas de gasosas en un alambre
Sigo nutriéndome de aquellas imágenes
para disfrutar de este presente y esperar
con la certeza que sólo tienen los niños
de que mañana
será un día tan lindo como el de hoy
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