domingo, 23 de marzo de 2008

Te agrandaste Chacarita


Cuando vivía allá por Villa Maipú, mujercita y sin cable se vivía de otra manera...a ver, por ejemplo, hoy a una nena le nombras al Manchester o al Milan o al Barcelona, saben, no, que son ciudades, saben que son equipos de fútbol.
¿ahí va? ¿me explico?, sin cable lo único que conocía era a Chacarita, sí ,había oído nombrar a Boca y River, pero digo conocía. Y era por el simple y soberano motivo que vivía a la vuelta de la cancha y el barrio se revolucionaba, me subía a la terraza para ver las tribunas llenas y me escapaba a la puerta para ver la llegada pausada de la gente a pie o en coches.
Esos días estaban piolas para los chicos de la cuadra porque se hacían unos manguitos acomodando los fititos cerca del cordón dónde no entorpecieran los garages vecinos y a las nenas nos encantaba ver y oír las palabrotas que decían los hinchas, palabrotas jamás escuchadas en casa, porque como ya dije no había cable y el fútbol no invitaba a putear entre nosotras las mujeres...en fin,
y bueno me escapaba, imaginate a mi Vieja ante tal evento, ni loca quería que presenciara la hecatombe futbolera: la gente saliendo en malón, los ruidos de las frenadas, el murmullo tronando.
Ese fue mi primer contacto con la turba, aprendí a saber cómo salió el partio viendo sus caras y el movimiento de sus brazos :de acuerdo a su altura era el resultado, con la mano abierta y el brazo en alto era que habían ganado, con el puño cerrado: ¡kaput!...las caras arrugadas para arriba ¡viento!, las caras arrugadas para abajo¡sonamos! y todo esto lo avisaba con la nariz apoyada en el portón como escondida.
El fútbol para mí hacía mucho que me había dejado un gusto amargo: siendo más chica seis o siete años estando en la vereda con mi pollerita estampada, tolera y bombachita haciendo juego, me acerqué al cordón para ver como los pibes jugaban a la pelota y la misma se encontró con mi cabeza y yo y mi cabeza volaron cual arquero por los aires y se estamparon contra el piso, dejando ver con toda nitidad que los calzones me hacián juego...la vergüenza fue tal que como quien no quiere la cosa me alejé de todo juego que mezclara pelotas y hombres.
Años á,
años acá me reencontré con los murmullos de las tribunas con esos Uuuuuuuu de casi casi con la mano de mi hombre apretandome para apurar el paso a 100 metros de la cancha y a gozar de la vista de ese juego sabiendo que ya no me importa si combinan mis calzones o no y menos aún si se me ven, porque lo que importa es lo que importa ¿no?

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