miércoles, 1 de agosto de 2007

Cuando tú no estás


Es indudable y esto quiere decir: no caben dudas

que, cuando los hijos se alejan sean grandes o pequeños, la sangre se nos va como de a gotitas.

El famoso síndrome del nido vacío nada tiene que ver en esto que tengo ganas de contar, porque cuando mi hija eligió irse no fue por una evolución en su crecimiento,

sólo eligió estar con su padre,

el mismo que la abandonaba una y otra vez... sí ya sé por eso se fue...

¿ya sé?

ahora cuando siento cantar al Polaco sus Afiches,

me posesiona una tristeza que no hay terapia que disimule, me produce un vacío que aunque quiera llenarlo de aire e imágenes alegres, el vacío se ocupa igual de llenarse y estar en todo aunque sea físicamente imposible, es así. Ahora, esta poesía la trajo a mi mente...

La partida del hijo pródigo

de Rilke

Alejarse ahora de todo esto confuso,

que es nuestro pero no nos pertenece,

que, como el agua en las viejas fuentes,

nos refleja temblando y descompone la imagen;

de todo esto, que como con espinas

se agarra una vez más a nosotros...alejarse

y a esto y a éste,

que ya no veíamos

(tan cotidianos y acostumbrados eran)

contemplarlos de pronto: suaves, conciliadores

y como en un principio y de cerca;

y presintiendo comprender qué impersonalmente,

que por igual cayó el sufrimiento sobre todos,

del que la infancia estaba llena hasta el borde:

Y sin embargo irse entonces, arrancando la mano de la mano,

como desgarrando de nuevo algo ya sanado,

y marcharse ¿a dónde? A lo incierto,

lejos, a un país cálido e inmóvil,

que tras toda acción, como un decorado,

seguirá indiferente: jardín o muro;

y marcharse: ¿porqué? Por impulso, por temperamento,

por impaciencia, por esperanza oscura,

por incomprensibilidad y por incomprensión.

Tomar todo esto sobre sí y en vano

dejar caer algo que quizá se tenía,

para morir solo, sin saber por qué...

¿Es esto la entrada a una nueva vida?

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