Esto estaba entre los papeles de mi Viejo, de su paso por el teatro...
Cuántas horas estrujando los ajenjos, acariciando las ruinas, intentando acortar mi respiración con los suspiros tumultuosos el mundo! Sumido en los olores salvajes y los conciertos de insectos somnolientos, abro los ojos y mi corazón a la grandeza insostenible de este cielo lleno de color. No es tan fácil llegar a ser lo que se es, encontrar la propia medidad profunda. Pero al mirar el sólido espinazo del Chenou, mi corazón se calmaba con una extraña certidumbre. Aprendía a respirar, me integraba y me realizaba. Trepaba, una después de otra, por las colinas, cada una de las cuales me reservaba una recompensa, como ese templo cuyads columnas miden el curso del sol, y desde el cual se ve todo el pueblo, sus muros blancos y rosados y sus verdes barandas. Bien pobres son los que tienen necesidad de mitos.
Aquí los dioses sirven de lecho o e rito al curso de los días.
Describo y digo: " He aquí esto que es rojo, que es azul, que es verde. Este es el mar, la montaña, las flores.
Necesito estar desnudo y luego arojarme al mar, perfumado todavía por las esencias de la tierra, lavarlas en él y atar sobre mi piel el abrazo por el cual suspiran, labio a labio, desde hace tanto tiempo la tierra y el mar.
Comprendo entonces lo que llaman gloria: el derecho a amar sin medida. No hay más que un sólo amor en este mundo. Estrechar un cuerpo de mujer es también retener contra sí esa alegría extraña que desciende del cielo hacia el mar. Dentro de un momento, cuando me eche en los ajenjos para que me penetre su perfume en el cuerpo, tendré conciencia, contra todos los prejuicios del mundo, de cumplir una verdad que es la del sol y será también la de mi muerte. Me han dicho frecuentemente que no hay que orgulleserse. Sí, hay de que; este sl, este mar, mi corazón que brinca de juventud, mi cuerpo con gusto a sal y el inmenso decorado en que la ternura y la gloria se reencuentran en el amarillo y en el azul. Todo mi honor de morir radica en mi celo de vivir.
Estoy celoso de los que vivirán y para los que flores y deseos de mujeres tandrán todo su sentido de carne y de sangre. Estoy envidioso porque amo demasiado la vida para no ser egoísta. Que me importa la eternidad.
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